Anton Zoran Music (1909-Venecia, 2005) fue un pintor nacido en Gorizia, en la frontera entre Italia y Eslovenia, población que en aquellos tiempos formaba parte del imperio Austro-Húngaro.
Inicialmente admiraba a Klimt y a Schiele, a los que conoció en sus estancias en Viena.
En 1935 se traslada a España, donde estudia y admira la obra de Goya, El Greco o Brueguel.
El estallido de la guerra civil lo lleva a Dalmacia y posteriormente a Venecia, donde en 1944, acusado de participar en la resistencia antinazi, fue arrestado por la GESTAPO, y luego torturado y llevado al campo de concentración y exterminio de Dachau.
Allí, robando de donde podía tintas y papeles sucios, realizó clandestinamente, en una lucha por la sobrevivencia del arte y de la memoria, unos 180 dibujos de lo que veía a diario: a sus compañeros convirtiéndose primero en esqueletos andantes por el hambre y las torturas, luego muriendo en hornos crematorios, en el pabellón de tifus (a donde los nazis no entraban por miedo al contagio) o ahorcados, y por último, ya vueltos cadáveres, amontonados en pilas como basura o troceados como reses.
De milagro sobrevivió, y esos dibujos sirvieron de bocetos a la serie de pinturas y grabados que, con el obsesivo título de Nosotros no somos los últimos, son un testimonio de los horrores a los que pueden enfrentarse los seres vivos.
Por su valor artístico, la obra de Music va más allá de la crónica de un sólo hecho histórico: Sus retratados son las víctimas de Dachau, pero también son las víctimas de cualquier represión. Pocas cosas hay más parecidas entre si que un cuerpo asesinado a otro.
"Toda mi pintura ha girado en torno a un solo tema: el paisaje desértico que es la vida”.