martes, 19 de junio de 2012

Kaputt



Curzio Malaparte

"El vagón se abrió de repente y la masa de presos se precipitó sobre Sartori, tirándolo al suelo y amontonándose encima de él. Eran los muertos que había en el vagón. Caían en tropel, a peso, con un golpe sordo como estatuas de cemento. Sepultado bajo los cadáveres, aplastado bajo su peso frío e inmenso, Sartori se debatía y forcejeaba en un intento por zafarse de aquel peso muerto, de aquella montaña de hielo; hasta que desapareció bajo el montón de cadáveres como si de una avalancha de piedras se tratara.

Los muertos son despiadados, tercos, feroces. Los muertos son estúpidos, caprichosos y vanidosos como los niños y las mujeres. Los muertos están locos. Ay si un muerto odia a un vivo. Ay si se enamora de él. Ay si un vivo insulta a un muerto, o lo hiere en el amor propio, o si ofende su honor. Los muertos son celosos y vengativos. No tienen miedo de nadie, no le temen a nadie, ni a los golpes, ni a las heridas, ni a la superioridad numérica del enemigo. No le temen siquiera a la muerte. Luchan con uñas y dientes en silencio, no dan ni un paso atrás, no sueltan la presa, no huyen jamás. Luchan hasta el final, con un valor frío y tenaz, riéndose con sarcasmo, pálidos y mudos, con los ojos muy abiertos, desorbitados, con esos ojos de loco que tienen los muertos. Cuando caen vencidos, cuando se resignan a la derrota y a la humillación, cuando yacen sometidos, despiden un olor dulce y grasiento y se descomponen lentamente.

Algunos se abalanzaban sobre Sartori con todo su peso, intentando aplastarlo, otros se dejaron caer encima de él, fríos, rígidos, inertes, otros le daban cabezazos en el pecho y le propinaban codazos y rodillazos. Sartori les tiraba del pelo, los asía de la ropa, se agarraba a sus brazos, intentando apartarlos aferrándolos por la garganta y dándole puñetazos en la cara. Era una lucha feroz y silenciosa; acudimos todos en su ayuday procuramos en vano sacarlo de debajo de aquella pesada montaña de muertos, hasta que, tras muchos esfuerzos, conseguimos aferrarlo y liberarlo del montón. Sartori se puso en pie, tenía la ropa hecha trizas, los ojos hinchados y sangraba por una mejilla. Estaba palidísimo pero sereno. Lo único que dijo fué "miren si queda alguien vivo por ahí abajo. Me han dado un mordisco en la cara".
(Escena a la llegada de un tren de prisioneros judíos a Polonia tras la invasión Nazi de 1939)

"Kaputt". Curzio Malaparte



Estampario 1







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